miércoles, 25 de mayo de 2011

Una pesadilla con un final feliz.


En un instituto francés situado en la proximidad de Paris, nos encontramos a Diego, un joven de diecisiete años español, pero que sentía ese país como su verdadero hogar.
Una mañana primaveral cuando Diego bajo a desayunar como todos los días, una terrible noticia le despertó. Dentro de un mes volvería a su verdadero hogar, Fuentes de Ebro. Ahora os preguntareis el motivo de no querer volver, por lo que creo que debo de empezar con el principio de mi historia de Diego Moreno Tejero.
Una mañana solead cuando yo tenía tres años, mi madre me levanto de la cama, cuando yo aún estaba contando ovejitas, me puso muy elegante, me echó nenuco y me peino con los pelos de punta. Cuando yo le pregunté, ¿a dónde vamos? mi madre me respondió: “hoy es tu día”. Luego subimos al coche, por el camino vi el parque, pero ¡NO!, pasábamos de largo. Entonces mi madre paró el coche, me bajó y no metimos en una casita naranja con dibujos pegados en la ventanas. De ella salió una señora con una bata blanca, ¿seria el hospital?, no, la señora me dijo: “Bienvenido al cole, Diego, veras lo bien que lo pasamos”. Yo pensé que no iba a ser así, pero me equivoque. Dentro encontré a unos chicos geniales y forme mi propia pandi para irme todas tarde al parque.
Poco a poco fuimos creciendo y pasamos al cole de enfrente. De estos años os voy a contar algunos momentos que yo recuerdo y que pase con mis amigos. Todos los miércoles cuando sonaba la sirena para ir a casa, todos mis compañeros incluido yo, corríamos a la puerta de la biblioteca, esperando que nos tocara nuestro turno para cambiar el libro que ya nos habíamos leído, por otro nuevo.
Cuando aun éramos pequeños lo que más nos gustaba era jugar en la tierra, buscábamos alguna botella de agua vacía, la llenábamos de agua en la fuente y la echábamos en la tierra para que se hiciera barro. Entonces, hacíamos un agujero, y empezábamos a hacer bolitas de barro, quien mas bolas hacia sin que se rompieran, ganaba.
Cuando ya éramos más mozos, nos olvidamos de la tierra y del barro y nos centramos en el fútbol, estábamos todos los recreos jugando, excepto el día que había examen, que había que repasar la lección, el fútbol podía esperar.



Luego vinieron las chicas, eran muy mandonas paro me volvían tan loco. En realidad no todas eran mandonas, pero si eran todas guapas. Cada semana tenía una nueva novia, todas me dejaban por el más malo de la clase, y eso que yo era de los más trabajadores y de los más guapos, pero aun así me dejaban por él. Un día cogí uno de los peces que había traído mi profesora para adornar la clase, para hacerme “el chulete” lo tire por la taza del báter, entonces las chicas me hacían mas caso, pero el día que la profesora se dio cuenta de que faltaba uno de los peces, nos castigo a todos sin salir al recreo varios días. Al final tuve que decir la verdad y mis compañeros me dejaron de hablar unos cuantos días, mis padres también me castigaron sin ir al parque después del cole, pero días después todo volvió a la normalidad. Por eso desde entonces me convertí en un alumno y un niño bueno y estudioso.
Así fueron pasando los años hasta que lleguemos a 6ª, ¿y ahora qué pasaba?. Bueno, los profesores nos habían explicado que pasaríamos al instituto, el cole de los mayores, donde conoceríamos muchos niños. Aunque nosotros no lo teníamos tan claro.
Cuando ya me había echo a la idea, una tarde al volver del cole mis padres me sentaron en una silla y me contaron que a mi papá le habían dado un trabajo muy importante y teníamos que mudarnos a un pueblo cerca de Paris. Me encerré en mi habitación, muy cabreado y no quería comer, ya que por muchas explicaciones que mis padres me dieran, yo solo sabía que me estaban separando de mis amigos y de mi lugar, solo por un trabajo.
Por muchas explicaciones que les pedía ninguna me convenció, y al final acabe haciendo mis maletas y despidiéndome de mis amigos, de mi pandi de siempre.
Cuando llegamos a Francia, mis padres me decían que todo era más verde y que volvería hacer amigos. Entonces, yo solo veía, que no entendería a nadie y costumbres tontas, como descalzarme al entrar en casa, o comer queso de postre.
Pasaron los años y fui aprendiendo el idioma, así poco a poco fui haciendo amigos, pero seguían sin ser como antes.
Un día como otros, volví a subirme en el autobús para ir al instituto. Entre a clase y la profesora anuncio que iba a venir una nueva compañera, yo no levante ni la cabeza, pero al oír su voz, sentí un vuelco al corazón ¡Era Lucia! la chica que pertenecía a mi súper pandi y de la que siempre había estado enamorado. Desde entonces no nos separamos, y este país, llamado Francia,  me parecía el mejor del mundo.





Pasaron diez años y nosotros seguíamos paseando nuestro amor por la Torre Eiffel y los arcos del triunfo, pero no todo podía ir tan bien.
Una mañana, recibí la noticia de que mi padre, que volvió a vivir a Fuentes, había enfermado, por lo que me necesitaba y debía volver. Ahora recuerdo Paris como el lugar, donde mis sueños se hicieron realidad y donde me esperaba Lucia con una sorpresa en su interior.







3 comentarios:

  1. Qué bonito, qué original y qué divertido!

    Me ha encantado, María :)

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  2. Pero qe bonitoooooo!!!!
    me encanta mi chicaa!!
    si ske tienes una imaginación =D
    Te Quiero Mucho!♥

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